Ruido, estrés, a todos sitios con prisa; tráfico, contaminación, luces, la agenda, el teléfono, los compromisos…
Por las circunstancias de nuestro día a día, las toxinas que acumulamos se hacen patente en la piel obstruyendo los poros, provocando malestar, picor, tirantez y arrugas.
Nuestra piel no puede respirar con normalidad y va perdiendo luminosidad hasta presentar un aspecto visiblemente envejecido y fatigado.
Nuestra piel, al igual que nuestro cuerpo y nuestra mente, necesita un descanso. Un oasis de paz, sentir que reconectas con la naturaleza, y que te evades de la ciudad y del día a día.